"No debemos olvidar en ningún momento –cualesquiera sean las diferencias de apreciación– que las opciones que nos ofrece la vida política argentina son limitadas. No se trata de optar entre el general Perón y el arcángel San Miguel. Se trata de optar entre el general Perón y Federico Pinedo. Todo lo que socava a Perón, fortalece a Pinedo, en cuanto él simboliza un régimen político y económico de oprobio y un modo de pensar ajeno y opuesto al pensamiento del país”. Raul Scalabrini Ortiz

lunes, 5 de octubre de 2009

Zoncera N° 39

Estimados lectores, considerando que el servicio meteorológico nos mantiene alertados desde tempranas horas (otra de las zonceras argentinas, jajaja!), aportamos otro capítulo zonceril, para acompañar el mate cocido de la tarde.




TABLAS DE SANGRE

Fueron escritas en Montevideo por un periodista llamado José Rivera Indarte, cordobés él y cuyo nombre adorna calles y teatros, y es el documento más serio sobre los crímenes de la "primera tiranía".

Transcribo de José María Rosa (Estudios históricos, Ed. Sudestada, 1967):


"La casa Lafone (firma inglesa dueña práctica de Mon­tevideo) se comprometió a pagarle a Rivera Indarte un peni­que por cada cadáver que atribuyese a Rosas. Rivera Indarte se buscó todo lo imaginable e hizo las Tablas de sangre, con 480 muertos. Cobró, en consecuencia, 480 peniques, dos libras justas".
Después agregó, parece que de yapa, un apéndice: "Es acción santa matar a Rosas". Allí el frenesí llegó a estos ex­tremos: "Su hija (Manuelita) ha presentado en plano a sus convidados, como manjar delicioso, las orejas saladas de un prisionero... Rosas ha acusado calumniosamente a su respe­table madre de adulterio... Ha ido hasta la fecha en que yacía moribundo su padre a insultarlo... Es culpable de torpe y escandaloso incesto con su hija Manuelita, a la que ha corrompido...".

El contenido de la yapa sirve, en su grosera inverosimi­litud, para juzgar del inventario de los finados. Lo que no quiere decir que Rosas no hiciera lo suyo, como lo hacían los unitarios que habían empezado con Dorrego. Y en un momento en que sus enemigos se aliaban con el extranjero y la situa­ción era de guerra internacional.

Después de la "segunda tiranía" no se han escrito Tablas de sangre. Es que en doce años no se puede salir de tres nombres, que son los obreros Aguirre y Núñez, y el Dr. Ingalinella; la escasez de mercadería obliga a preferir imputacio­nes más indeterminadas. También se suelen incorporar a éstos algunas de las víctimas producidas en la campaña electoral de 1946 y en los pródromos de ella, olvidando que son muchos más los que cayeron del otro lado. Así se le ha dado a una calle el nombre de Salmún Feijoo, un joven caído en un tu­multo como consecuencia de una bala perdida. ¡Y ya se sabe la siniestra puntería que tienen las balas perdidas! Siempre encuentran un inocente como cabeza de turco.

Además, no conviene hacer Tablas cuando se pueden co­tejar con otras: antes de un año de la Revolución Libertadora en las Tablas de ésta había ya que anotar 27 fusilados... y seguir anotando hasta Vallese y la señora de Gentiluomo.

Eso sí; aquí pasa como con lo de jóvenes y muchachones, y hay muertos de primera y muertos de segunda, cosa que también sucede con las prisiones. Un día de detención de doña Victoria Ocampo, se cotiza más alto que meses y meses de detención de centenares de mujeres obreras.

0 se arrimaron al fogón:

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