"No debemos olvidar en ningún momento –cualesquiera sean las diferencias de apreciación– que las opciones que nos ofrece la vida política argentina son limitadas. No se trata de optar entre el general Perón y el arcángel San Miguel. Se trata de optar entre el general Perón y Federico Pinedo. Todo lo que socava a Perón, fortalece a Pinedo, en cuanto él simboliza un régimen político y económico de oprobio y un modo de pensar ajeno y opuesto al pensamiento del país”. Raul Scalabrini Ortiz

sábado, 17 de octubre de 2009

Diez historias breves sobre el diecisiete


1. Mientras por la ventana se va consumiendo la siesta de éste diecisiete de octubre y los pirinchos que habitan en el lapacho del vecino no paran de gritonear sus convicciones, levantando el ánimo de las calandrias, los tordos, los pinzones, los morajuces y las palomitas de la manzana. No tengo idea del universo de concepos políticos que pueda manejar una pajarito de éstos, pero me parece que los tipos están festejando éste día con más estridencia y bullanga que otra siesta de un día cualquiera. Supongo que al viejo le habrán gustado los pájaros, el otro día leí que había querido comprar una yunta de teros para la quinta de San Vicente y el dueño de los teros se los llevó sin demora y se los regaló. De ahí concluyo, con las licencias del caso que al viejo le gustaban los pájaros. De ella, de Eva, no vamos a agregar nada más que decir que una paloma le habitaba el corazón. Una paloma de fuego, claro. Bueno, de ahí la relación del peronismo con los pájaros y de ahí el canturreo, el gorgojeo, el graznerío, el piripipeo que me mantiene despierto y escribiendo éstas líneas alucinadas.

2. Como todos sabemos nuestro movimiento es amplio, muy amplio. Y está bien que así sea, siempre hemos sostenido que no somos quienes para fijar los indicadores de la pureza peronista, menos aún cuando dicha estimación comprenda a los compañeros que han desviado su rumbo.

3. En Reconquista vivía don Jaime Algranatti, un compañero muy respetado que siendo obrero en un frigorífico al sur del riachuelo había formado parte de ese aluvión que se lavó las patas en las fuentes de la plaza e iluminó la penumbra de nuestra historia política. Cuando crecimos un poquito y nos contaron esa historia, lo veíamos pasar a Don Jaime con su bastón y si entrecerrábamos los ojos alcanzábamos a ver detrás de él a toda la fantasmal columna de muchachos del frigorífico, con su ropa blanca, con sus cuchillos, con su alegría.

4. Mis hermanos mayores alcanzaron a jugar en los torneos Evita y a veces iban a la misa del domingo con la remera blanca donde, del lado del corazón, sonreía ella.

5. Entre nuestros pocos juguetes de la infancia se encontraba una enorme medalla de ATE, con la cara sonriente de Evita y un sol. Y nunca ví nada más dorado que eso.

6. Un amigo de mis viejos y padrino de uno de mis hermanos se llamaba Rafael Yacuzzi, me parece que tenía una camioneta blanca y cuándo venía a casa éramos felíces.

7. Un día hubo un asado bastante raro, en vez de usar diario viejo usaron libros. Otros vecinos ese día almorzaron lo mismo. Después nos dijeron que no teníamos que decir "puta", "carajo", "perón" y otras malas palabras por el estilo.
8. Muchos años después el peronismo perdió las elecciones municipales, por un par de votos. Yo todavía era obediente y casi me había olvidado de que era peronista, pero igual pasé por el frente de la unidad básica. Había mucha gente y mucha tristeza y me metí con la bici por esa calle y en un momento se cerró el gentío y dije "permiso" y un tipo grandote se dió vuelta para abrirme paso diciendo "pase, pase compañero", y entonces ví que entre sus brazos tenía un busto de Eva y lágrimas en sus ojos. Nunca supe cómo se llamaba y el nunca sabrá que me bautizó al paso.

9. Habré tenido treinta y tres años cuando fuí a La Chacarita con el Pancho a hacer un trámite y, lógicamente, nos desviamos a buscar la tumba del general. Nos acompañó uno de los muchachos del cementerio; nosotros no dijimos casi nada, él nos contó de cómo lo cuidaba Norma Kennedy y de los peronajes que aparecían y de los juegos de llaves y las puertas y las puertas y las puertas. De pronto se hizo un silencio, corría un viento frío. Ellos se fumaron un pucho y casi, casi pedí uno para mí.

10. Cuando la cosa se pone difícil, no se porqué, me acuerdo del Riachuelo y los puentes levantados.

0 se arrimaron al fogón:

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