El mejor post del mundo

Este debería ser un post diferente. Quizás el más personal de cuántos he escrito aquí, y quizás también el único que valga la pena. Porque un día todas estas preocupaciones y pesos y angustias y divagues se disiparán en alguna hoja amarillenta e incluso los que sobrevivan deberán recorrer las crónicas para entender nuestros motivos y disculpar nuestras obstinaciones.

Y aunque sé que en la diagonal sur seguirá cabalgando Roca y del patio de la embajada británica seguirá saliendo Mitre, el cardenal de buenos aires será siempre un garca de consideración (ni las escobas de San Martín de Tours lo podrán salvar de su destino), Córdoba seguirá arrodillada frente al requebrajado panteón de su propia fama, Rosario tapará las ausencias con congresos de la fundación libertad y con cemento, Río llorará olímpicamente, el agua seguirá corriendo y todo será más o menos así; el campo seguirá siendo la cuna de la patria, el asado del domingo y el diario la nación y mar del plata o punta y miami y un rosario colgando del espejo retrovisor.

Y sin embargo, todo eso que en otra ocasión me haría subir la presión y escribir sandeces para que un puñado de amigos del facebook pongan "me gusta" o para que otro puñado de amigos se preocupen por mi salud mental, o aunque sólo sea para que en algún lugar quede una constancia impalpable de lo que quisimos. Y no importa, hoy no importa.

Nada de eso es importante hoy, porque ayer fuímos al médico con Silvia y entonces sentimos el corazón entusiasta de nuestr@ hij@ de seis semanas de gestación y, a partir de ese momento el mundo entero, con todas nuestras esperanzas, con todas nuestras luchas, con todos nuestros sueños (los mejores sueños), se condensó hasta caber exactamente en siete milímetros latiendo ciento veinte veces por minuto.