"No debemos olvidar en ningún momento –cualesquiera sean las diferencias de apreciación– que las opciones que nos ofrece la vida política argentina son limitadas. No se trata de optar entre el general Perón y el arcángel San Miguel. Se trata de optar entre el general Perón y Federico Pinedo. Todo lo que socava a Perón, fortalece a Pinedo, en cuanto él simboliza un régimen político y económico de oprobio y un modo de pensar ajeno y opuesto al pensamiento del país”. Raul Scalabrini Ortiz

viernes, 9 de octubre de 2009

Tenían razón



La primera vez que fuí a la Feria del Libro, creo que en el año 2004, cumplí estrictamente con el protocolo de antisocial que me caracteriza, es decir, pasé rápidamente los stands luminosos de la entrada (aunque recuerdo que destacaban por su tamaño los de Clarín y La Nación) y me interné por los pasillos del fondo, esos de las editoriales chiquitas (no siempre las más baratas) a ver qué había. A "ver que había" y poco más, porque ese supermercado del libro que tanto emociona a los porteños no es más que eso, un miserable indicador de una cultura que no lee ni piensa y que cree que porque un boludo en la televisón le dice "éste año la feria del libro recibió cien mil visitantes más que el año pasado" todo está fenómeno.

Bueno, así que como te digo, fuí a la feria, a los stands del fondo. Como todo ratón pasé por el FCE, que siempre tiene unos saldos interesantes y después, como tenía hambre, rumbeé para los stands de las provincias. Los stands de las provincias son muy aconsejables cuando tenés hambre, porque siempre hay un algún director de cultura o la decana de las bibliotecarias del ministerio de educación o el secretario administrativo de la casa de la provincia que después de hartarse de sonreir el primer día, matan su tedio poniendo caramelitos en unas bandejas metálicas junto a la mesita ratona donde se pone, lógicamente, el diario más tradicional de la provincia. O sea que rumbeé para los caramelitos. No había.

Por el camino, en un pasillo donde no había muchos libros, a la derecha del stand de la dirección de toxicomanía de la policía federal y a la izquierda del stand de la asociación de antiguos masones argentinos había una mesita, apenas una mesita con una pilita de papeles y un cartel que decía "21 Puntos básicos para una Ley de Radiodifusión de la democracia" y un par de flacos entusiastas que te entregaban ese papelucho y te convencian que ese papelito que te daban en el pasillo más alejado del último galpón de la rural, bajo la mirada torva de los ratis y los masones, ese papelito y una tarjeta con sus nombres, ese papelito (te decían) era para la cultura nacional mucho más importante que el más caro incunable de los cientos de miles de libros de la feria y sus alrededores, aunque los del stand de radio mitre no lo supieran y las señoras gordas del stand de poder ciudadano se hicieran las sotas.

Cómo me gustaría volver a verlos a los flacos esos, y decirles que tenían razón.


0 se arrimaron al fogón:

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