"No debemos olvidar en ningún momento –cualesquiera sean las diferencias de apreciación– que las opciones que nos ofrece la vida política argentina son limitadas. No se trata de optar entre el general Perón y el arcángel San Miguel. Se trata de optar entre el general Perón y Federico Pinedo. Todo lo que socava a Perón, fortalece a Pinedo, en cuanto él simboliza un régimen político y económico de oprobio y un modo de pensar ajeno y opuesto al pensamiento del país”. Raul Scalabrini Ortiz

miércoles, 30 de septiembre de 2009

Zoncera N° 38


Pocos días atrás publicamos la "Zoncera Nº 37" y hoy hacemos lo propio con la subsiguiente. No veo a nadie que se oponga.


DICE "LA NACIÓN"... DICE "LA PRENSA"

Esta es una zoncera complementaria de la de cuarto po¬der. Pero en este caso no se trata de un poder de cuarta. Sobre todo, no se trató.

Esta no es una zoncera difunta como la del tirano Rosas y la piedra movediza del Tandil, porque "La Nación" no se ha caído y a "La Prensa" la volvieron a colocar sobre su base y se menea de nuevo. Sólo que están muy venidas a menos porque ya no se oye como: "Dice La Nación", o "Dice La Prensa".

"La Nación" afirma expresamente que es "una tribuna de doctrina" y "La Prensa" es la doctrina misma. Sólo que ahora, nadie se entera de cuáles son sus doctrinas, porque los editoriales no son inéditos, pero es como si lo fueran: son ileídos. Pero el lector que regularmente los rehuye, no los puede evitar a lo largo de la información, donde se dan las opiniones como noticias. Así, si leyéndolas usted no se entera de cómo ocurrieron los hechos, se entera de cómo debieron ocurrir, se¬gún la doctrina de los editoriales. De tal manera, un telegra¬ma de La Quiaca, de Hong-Kong, París, Nueva York o Durban, contiene más doctrina que datos ciertos, sobre todo cuan¬do los datos ciertos se dan de patadas con las doctrinas, lo que revela que en "La Nación" y en "La Prensa" ya saben qué es lo que lee el lector. Esto ha llevado a que los redactores seleccionados rellenen y adoben los telegramas, y que los que no sirven escriban los editoriales; así no es raro que los escriba algún Mitre o algún Paz. O los plumíferos que los Mitre y los Paz tienen para complacerlos en sus menesteres domésticos.

* * *

Cuando yo era muchacho los diarios llegaban al pueblo con el tren de las 14 y 35. Los vecinos de pro terminaban a esa hora su siesta y se apoltronaban en la hamaca o en el sillón de mimbre a esperar —con el ojo puesto en la puerta de calle— la llegada del repartidor, atentos a que los hijos no les "madrugaran" el ejemplar.
Los dos diarios se leían minuciosamente, de punta a pun¬ta, con editorial y todo, y desde ese momento los vecinos res¬petables se consideraban en situación de adoctrinar a su vez.

A la caída de la tarde bastaba aproximarse a las ruedas para oír "Dice La Nación", "Dice La Prensa". Y las opiniones caían como sentencias.
Ahora sucede todo lo contrario. Y cuando alguno expresa una opinión se apresura a defenderse si el interlocutor le ar¬guye: "Pero eso lo dice La Nación..." o "Lo dice La Pren¬sa...", y para defenderse se remite a fuentes privadas e insos¬pechables, como la prima de una mucama de un general. Fuen¬tes que no están mejor informadas pero que no contienen doctrina, salvo cuando el mucamo es "gaita".




0 se arrimaron al fogón:

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