Carta de una ausente
"Recién pasó la enfermera y me contó que es domingo a la tarde señor, como si hubiese algo diferente en la luz que entra por esa ventanita. Escribo éstas líneas contra el techo y las retengo en la memoria porque es lo único que me han dejado. No tengo acceso a un papel ni a un lápiz. Se lo he pedido al doctor y ni siquiera me ha respondido. Apenas sonrió, como con pena; miró a la enfermera y dijo "otra" y después me dormí. Yo solo quería pedir papel y lápiz para escribir ésta carta ya que no puedo hablar, no sé porqué. Justo yo, no puedo hablar! pienso en eso y me angustio sabiendo todo lo que tengo para decirles. Si supieran ustedes todo lo que se viene, lo que nos está esperando justo aquí adelante, si pudiesen entrar en mi corazón y ver el tamaño de mi dolor, el tono sanguiñolento de mis pesadillas, los gritos angustiados de mis madrugadas. Dios!, no me hables más, ya no puedo ser tu avanzada, he dejado todo en la jornada sin encontrar ni un justo en éste país, nadie me cree, nadie me toma en serio. Digo dios, entonces, que nadie te cree, nadie te toma en serio. Ni siquiera mis alumnos de filosofía política ni de ética, ni mis antiguos defendidos, ni mis atacados, ni mis maridos, ni mis amigos. Nadie dios. Ni siquiera vos. No sabés lo difícil que es mantener la fe con este chaleco que te ajusta por todas partes, especialmente en el corazón. No sabés lo difícil que es mantener la fe y dar testimonio cuando te corren litros de calmante por las venas y la sangre parece gelatina, dios. Que difícil es todo, que difícil. Que dificil es tratar de mantener una parte de mi mente despierta y, al menos ahí, recordar que me sigo llamando Elisa y que no soy dios."
1 se arrimaron al fogón:
Inpresionante Compañero, no se quien es esta mujer, pero ojalá pueda calmar su dolor, con este los medicos no pueden,y se lo que digo.
El caniche Chino
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