Lunes otra vez (versión 1.0)

Un día como hoy, pero exactamente dentro de una semana, volveremos a sentarnos aquí para poner en letras de tecla la memoria de lo vivido. Liberados de la urgencia, por el cívico trámite del voto secreto y liberados de tal secreto por el matemático trámite del escrutinio, habremos de precisar entonces las posibles formas de nuestras luchas inmediatas porque tal como pintan las cosas, ninguno de los contendientes parece dispuesto a aceptar una derrota. Y eso estaría muy bien en el juego preelectoral, al cabo nadie hace campaña reconociendo que considera la posibilidad de que otro gane; pero eso está muy mal si después que tenés las planillas a la vista - y la fila de abajo canta fuiste - optás por seguir de campaña lo más campante aduciendo, por ejemplo, fraude.

Transcurridas esas cientosesenta y pico de horas que nos faltan, tendremos los resultados en la mano y nos permitiremos hacer nuestra evaluación. A la luz de ese lunes veremos por cuantos votos se ganó Buenos Aires, si el exvicepresidente cobos logró zafar en mendoza, si al excorredor de brahabam le volvió a pasar lo mismo, si se nacerá la nueva esperanza republicana en la persona del anestesista binner y si, después de tanto humito hay algo detrás del pino. Sabremos quienes se sentarán a representarnos, aunque en las bancas se sienten algunos que no nos representen.

Posiblemente será un día frío y por las calles el viento hará volar las boletas que , a regañadientes, las porteras de las escuelas habrán de tirar a los tachos de basura de las escuelas, mientras los intendentes vencedores llamarán a primera hora a los candidatos vencidos para recordarles que manden a bajar los pasacalles porque ellos son buenos pero todo tiene un límite, y los límites - se sabe - para los perdedores siempre son menos generosos.

Los ganadores, pasado el límite de la resistencia emocional se tomarán las medidas para comprarse el traje y los perdedores sabrán que se viene un invierno difícil y encima en Punta del Este no quedan ni los lobos en invierno.

Los hombres de la bolsa tratarán de demorar la jugada en los cafés del bajo pero cerca de la vidriera para ver si es verdad que, a bordo de un gigantesco helicóptero rojo, aterriza Chávez abrazado a Fidel para iniciar la estatización compulsiva bolivariana, aunque a eso de las once, después de leer tres veces las charlas de quincho, se darán cuenta que hay que ir a ganarse el pan duramente en el puto recinto.

Si, estoy seguro que será un día frío, con ojeras y rictus en las pantallas, con pasos apurados y ventanillas altas. Los besos se habrán apagado y los zapatos embarrados serán un recuerdo cada vez más lejano. El poder tendrá apenas el consuelo de haber estado cerca del empate y se agazapará por unos días, sólo por unos días, a contar los daños.