POR QUÉ NO ESTOY CON EL CAMPO.
Opinión
Por María de los Milagros Signorini *
Soy producto del campo, de la escuela pública y de la universidad ídem.
Bisnieta de un colonizador, nieta e hija de productores. Mi abuelo vivió por y para el campo. Por el mismo camino iba mi padre cuando la muerte lo sorprendió en el ejercicio de su otra pasión, la política. Porque mi padre era un pequeño productor agropecuario-político, y a mucha honra, porque no todos los políticos son corruptos.
Cuando murió mi abuelo, mi madre se puso al frente de la explotación.
Ella supo en carne propia eso de que “a las mujeres todo nos cuesta mucho más”. Porque es así, mal que nos pese, y tuvo que sobreponerse a que más de una vez la jorobaran, no los políticos sino los chacareros con los que debía negociar. Porque tampoco todos los chacareros son honestos. También los hay sinvergüenzas. Mi madre supo ver a tiempo que 200 hectáreas serían muy pocas para que en el futuro sus cuatro hijos pudiéramos vivir de ellas, así que con el producto de su trabajo en el campo y los beneficios de una universidad pública, tres de nosotros obtuvimos títulos profesionales y vivimos del ejercicio de nuestras profesiones.
A la muerte de mi madre y sin más (ni menos) sacrificio que la tristeza inmensa de haberla perdido heredamos ese campo y lo arrendamos. No eran buenos tiempos para el campo, eran tiempos de convertibilidad, mucho viaje “all inclusive” y poco trabajo. Eso sumado a algunos de esos chacareros sinvergüenzas hizo que fuera difícil obtener una buena renta. Hasta que dimos con uno de los muchos productores honestos y sacrificados que alquiló nuestro campo para sumarlo al propio y dedicarse a la producción lechera. Pactamos un valor de alquiler que le permita ser competitivo y a nosotros obtener una renta justa. Punto.
En estos días de tanto alboroto caímos en la cuenta de que si alquilásemos nuestro campo a los valores de mercado que marca la soja obtendríamos de esa renta más de lo que obtenemos cada uno de nosotros ejerciendo nuestras profesiones. Es decir sin trabajar y por el solo hecho de tener un título de propiedad obtendríamos una renta extraordinaria. ¿Puede alguien pensar que esto sea justo? Yo no.
Sin embargo, muchos de los piqueteros rurales y varios de los caceroleros urbanos revisten esa condición: propietarios con rentas extraordinarias.
Por eso y pese a ser “el campo”, no estoy con “el campo”. Eso no significa que no haya nada que corregir. Es obvio que se debe discutir una política agropecuaria seria, sustentable, previsible en el tiempo, que contemple las distintas realidades. Eso está muy claro, tanto que es la primera vez que un gobierno los llama “Por favor” a dialogar. Es el momento de hacerlo. No dejen pasar esta oportunidad histórica, ese piquete indigno no contempló todo el mal que estuvo causando (obreros cesanteados, alimentos podridos, desabastecimiento urbano con inflación por expectativa, falta de respeto por las instituciones) y siéntense a dialogar. Si la discusión se limita a “retenciones sí o no”, sólo ganarán los poderosos, como siempre. Por supuesto que una negociación no se puede agotar en un día ni en dos. Será de años si es seria.
Sé que mi discurso es por estos días muy poco popular y será víctima de numerosos agravios. A quienes lo hagan desde la razón les pido honestidad intelectual para juzgarlo y actuar en consecuencia.
* Carta de lectores publicada en el diario La Opinión de Rafaela
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