LOS MANIES DE CARMEN.
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El ejemplo de Carmen
Carmen es una amiga. Nos conocemos hace ya decenas de años (mi abuela diría, añares). Es una amiga del palo, piola, que en su momento militó en Filosofía y Humanidades y que siempre tuvo una actitud solidaria con sus amigos y compañeros.
Desde que la conozco me contaba del "clavo" que tenía que bancarse con unas hectáreas de tierra en La Carlota, que su abuelo, un gallego precavido, le había heredado al morir. Dicha propiedad había sido fraccionada entre los tres nietos del viejo (Carmen, su hermano y su primo), pero la traza -para llamarla de alguna manera- de la subdivisión había sido realizada de tal forma que ninguno pudiese vender su porción sin la anuencia de los otros dos. Es por eso que por largo tiempo la pobre Carmen tuvo que pagar los impuestos de un trozo de tierra que apenas producía para pagar los mismos.
Ella pertenecía, casi sin saberlo, a esa masa anónima de los llamados hoy "pequeños propietarios" (aunque algunos -interesadamente- les digan también "pequeños productores").
Pero, como todos sabemos, llegó la "revolución del campo" y hace como 10 ó 12 años atrás su parcelita (como la de sus co-heredados, cada uno con 37 hectáreas) se transformó en parte minúscula -pero parte al fin- de la explosión de arrendamientos. De golpe, al finalizar cada campaña, Carmen recibía una cantidad de dólares que le permitieron arreglarle los dientes a sus chicos, otro año hacerles la ortodoncia, al siguiente reparar el viejísimo Taunus -que su marido convirtió en un arenero- y finalmente mudarse de la ciudad de Córdoba hacia Unquillo, donde compró un terrenito y levantó esforzadamente su casa.
En medio del conflicto sojero, Carmen la tenía clara, sabía que lo que recibía era plata dulce , conocía el paño de muchos de los "productores" que veía en los cortes y, a raíz de ello, De Angeli, Buzzi y Cia. la tenían repodrida (Carmen dixit). Es por eso que una tardecita fresca, cuando se acercó hasta el almacén del barrio y escuchó por enésima vez a la dueña defendiendo los piquetes en las rutas y alabando las cualidades laburadoras de la "gente de campo", le propuso el siguiente diálogo:
- Disculpá Amalia, pero ¿Cuánto te rinde este almacén, que atendés casi 11 ó 12 horas diarias? es decir ¿cuánta plata neta te queda de ganancia de enero a diciembre?
- Y... Que se yo... Me deben quedar algo así como 20.000 pesos por año... Le contestó la almacenera.
- Bueno, en mi caso, sin levantarme jamás a las 6 de la mañana -como lo hacés vos y tal como vos decís que se levanta la gente del campo-, sin ensuciarme las manos y por el solo hecho de que mi abuelo me "regaló" 37 hectáreas -que no es nada- este año, al final de la campaña, me pagarán 80.000 pesos limpios por el arriendo... Muchos de los que ves en las rutas son iguales que yo, hace rato que no explotan sus tierras sino simplemente las alquilan y le dejan el laburo a los pules o a las grandes empresas.
Según Carmen, Amalia quedó más que sorprendida y desde esa conversación la almacenera nunca más abogó a favor de los campestres -al menos en su presencia- pero, como saldo negativo, ahora sospecha firmemente que le está cobrando las cosas un poco más caras.
***
Vayan un par de aclaraciones: Carmen tiene 37 Has. actualmente cultivadas con maní, cuyo precio por tonelada es superior al de la soja, y, de haber sembrado esta última, al final de la campaña recibiría algo menos de $40.000.
Por contrato, hecho por su hermano que es Ingeniero Agrónomo, los arredatarios están obligados a rotar la siembra y en La Carlota, en el corazón de la pampa gringa cordobesa, eso más que un problema es una ventaja.
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